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domingo, 19 de mayo de 2019
Persiguiéndonos la cola
Persiguiéndonos
la cola, y eventualmente la mordemos. Así estamos, así vamos. Así ha caminado
la humanidad desde hace un buen rato; así, toda civilizada ella. La historia se
repite. Los ciclos trastabillan sin resolverse. Como se ve desde aquí, hoy es
como ayer y mañana será como hoy, alentados estos días aciagos por ilusiones
temporales, por seudolíderes envanecidos, por sistemas abusadores, sin justicia,
unos coloridos y aparentes seguidos por revoluciones que se aíslan y se extinguen
a sí mismas: una vergüenza. Somos los mismos ingratos inconformes de siempre,
los mismos que hacen y deshacen, los mismos que al “tenerlo todo” se fastidian
porque, según sus pequeños cerebros, ya no hay más. Pasan los decenios y
avanzamos por un embudo que se va estrechando cada vez más, apretujando y
dejando salir a los monstruos guardados en el escaparate para ejercer el consabido
“sálvese quien pueda” y mostrando con desparpajo lo peorcito de cada uno de
nosotros. Tan buenas gentes que habíamos sido hasta que se metieron con
nosotros. Solo la ciencia y la tecnología aprenden de sus errores; los humanos,
tan inteligentes ellos, regresan al mismo error por los siglos de los siglos, produciendo
hogares sin amor, creciendo al margen de los afectos, constituyendo ejércitos
de monstruos sin propósito ni voluntad al servicio de quienes más temen probar eso…
eso de ser humanos de una vez por todas.
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