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domingo, 19 de mayo de 2019

Yo vengo del infierno

Yo vengo del infierno, y es por eso que comprendo bien las sutilezas en lo que tú llamas “trivialidad”. Yo he probado el avance de las escaseces hasta llegar al vacío burlón, mientras te escucho quejarte por una pendejada. Yo he sabido medir con dolor y paciencia lo necesario para avanzar, mientras te escucho lloriquear por falta de comodidades. Fíjate que en el infierno no hay mamis ni papis que salten a ayudar; no hay choferes ni médicos personales que atiendan al chasquido de tus dedos; no hay tarjetas de crédito. En el infierno no hay maquillaje ni mentiras que apacigüen, porque la única manera de permanecer vivos es ser honestos, colaborar en la causa común que nos aflige o compartir el gozo por el logro del compañero. Entonces, en medio de estas maneras, apareces tú, así de desesperado, desencajado, a dictar clases de no sé qué mientras te arreglas el cabello; desplegando tu caletre incoherente mientras te ajustas la ropa; fingiendo simpatía, con esa sonrisa afectada que te deja muy mal. Yo te recomendaría, mi panita, que te fueras ahora mismo con tus temblores y nos dejaras con nuestras certezas en eso que te dio por llamar “el infierno”.

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