Todo
aquello era tan bonito que hasta parecía artificial, obediente a los caprichos
del ser humano, a la estética fabricada. Al final no me importó lo natural, lo
auténtico, y me quedé con lo artificioso, con lo que no era por sí mismo, con
lo que sólo buscaba adularme y exprimirme, sólo como tributo mi vanidad.
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