Eres la presencia incómoda. Es ingrato, pero es así. Dondequiera que llegas, la gente murmura y luego guarda silencio, esperando que pases de largo. No importa si traes la verdad, el alivio o la reflexión, nadie soporta tal cargamento de ladrillos. Podrías culpar al resto de inconscientes, de desconsiderados, de comploteros, pero la verdad es que no tienes herramientas para legarle a nadie. Tus maneras son toscas, agresivas, ofensivas. Crees traer alguna buena noticia, pero no tienes la llave para abrir la puerta de los oídos, del interés ajeno, de esa audiencia tan práctica que desechará cualquier cosa que no parezca interesante en los primeros segundos de exposición. Así que, mi pana, si no modificas tus aproximaciones pronto, esa imagen de nube gris, de maestrico frustrado, se afianzará para siempre y nunca dejarás de ser esa ladilla que viene ahí…
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