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martes, 6 de noviembre de 2012

En la trácala


Me di cuenta de la trácala. Al fin, a mi pesar, descubrí lo que había debajo de la mesa, en la manga, en el ir y venir de las miradas insidiosas. De una manera repentina, quedé boquiabierto ante tanta trampa, ante tanta ligereza de la ética, la moral y las buenas costumbres. Todo gira alrededor, mostrándose con cinismo, con desparpajo, sin un gramo de vergüenza por lo que se perpetra a ratos. Ya me convencí de que todo frente tiene un reverso, una mampara, una careta. He visto que el vecino se mueve con tal agilidad en una oportunidad –tal vez su única- y me pregunto qué le pasó, cuándo se echó a perder. Quedé tan estupefacto y marcado que ahora trato de ver el reverso de todo lo que se me atraviesa; trato de saber qué se traen, dónde está la caída, y hasta cuánto puedo sacar de ello. Ya estoy movido. Ya me comienzo a sentir ajustado al nuevo escenario, en la trata de intratables, en el intercambio de unicidades, con las patas en el barro espeso de mi nueva senda. No pude evitarlo. No quise… no quise  evitarlo. Ya basta de tanto sacrificio: Ahora soy normal.

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