Me
di cuenta de la trácala. Al fin, a mi pesar, descubrí lo que había debajo de la
mesa, en la manga, en el ir y venir de las miradas insidiosas. De una manera
repentina, quedé boquiabierto ante tanta trampa, ante tanta ligereza de la
ética, la moral y las buenas costumbres. Todo gira alrededor, mostrándose con
cinismo, con desparpajo, sin un gramo de vergüenza por lo que se perpetra a
ratos. Ya me convencí de que todo frente tiene un reverso, una mampara, una
careta. He visto que el vecino se mueve con tal agilidad en una oportunidad –tal
vez su única- y me pregunto qué le pasó, cuándo se echó a perder. Quedé tan
estupefacto y marcado que ahora trato de ver el reverso de todo lo que se me
atraviesa; trato de saber qué se traen, dónde está la caída, y hasta cuánto
puedo sacar de ello. Ya estoy movido. Ya me comienzo a sentir ajustado al nuevo
escenario, en la trata de intratables, en el intercambio de unicidades, con las
patas en el barro espeso de mi nueva senda. No pude evitarlo. No quise… no
quise evitarlo. Ya basta de tanto
sacrificio: Ahora soy normal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario