Tanta
palabra de más. Tanta expresión absurda que echa el momento a la basura. Pero debe
ser así, debemos decir tanto y tanto hasta atiborrar al otro de todo lo que
pensamos y no pensamos, que ni nos enteramos cuándo comenzamos a desperdiciar
momentos, sensaciones, llegadas a algo mejor. Haz, concreta, deja pasar, tómame
la mano de una vez, pero deja de hablar, de argumentar, de decir que crees
saber o que ya lo sabías. No importa. No me importa ni nos importa quién de los
dos es más racional. Lo que nos debería importar es que el día fluya, que el
ánimo y la intención fluya; que eso que llaman magia salga de una vez y nos encandile con su
brillo inigualable, a partir, preferiblemente y por favor, del silencio.
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