Para no quedarme solo, la búsqueda desesperada me lleva al “peor es nada”. Para no escuchar mis propios pensamientos, subo el volumen a la música, me meto unas pepas o me echo una pea o, en el mejor de los casos, no paro de hacer y hacer durante el día. Por miedo a no ser nadie, seré alguien que no soy. El miedo está metido en todo, lo contamina todo. Aunque uno piense que actúa libremente, si apagas la luz verás a todos los fantasmas esbirros del miedo que han sido inoculados, sin que sean evidentes, en tu cabeza, en tu corazón. El miedo es estructurante, por eso no puedes sacarlo: porque ya llegó a los tuétanos.
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