Me da vergüenza recibir afecto. Y es
peor en público. Debo buscar medidas urgentes de evasión ante la
aparición de caricias, frases cariñosas o ciertas atenciones. La
mejor es poner mi cara de culo, la de siempre. La verdad es que me
agrada ser querido, pero siento un corrientazo cuando pienso de
devolver el gesto; por eso quedo rígido. No importa lo que hagas, lo
que hagan, siempre me quitaré tu mano de mi mejilla como si fuese un
pegoste desagradable. No te voy a pedir que lo repitas a pesar de que
me gusta; sólo seguiré repeliendo con todos mis impulsos eso que me
quieres regalar. No me importa, chica. Déjate de esa vaina... ¡Yo
nací y crecí sin esas estupideces y pienso morir así!
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