Nunca
se trata del bueno y el malo, del adecuado y el malsonante. Se trata de
circunstancias distintas orientadas por el esfuerzo, por la suerte, por la
ignorancia, que se juntan y producen heridos, al menos según una de las partes.
Y nada mejor que la indiferencia conveniente para apartar lo que nos parece feo
y quedarnos sólo con lo “lindo”. Pero nada, chico; mientras, seguiremos viendo
la historia del monstruo de Frankenstein, creado por los mismos que al final,
para darle un final feliz al cuento, necesitan matarlo.
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