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viernes, 8 de noviembre de 2019
Maldita dualidad
Esta
maldita dualidad. Soy uno mientras soy otro. Soy uno y después soy otro. Algo, en
algún sitio, en algún momento, activó esa división y ahora soy uno para cada
ocasión. Nunca más fui mi unicidad experimentando varias cosas, sino varios
yoes, cada uno en lo suyo. Y claro, como soy más de uno, cada uno de ellos
tiene sus maneras, sus preferencias, sus decisiones irreversibles. “Amo a mi
madre por sobre todas las cosas” vive con “La odio más que a nadie por haberme
maltratado”, y entre muchas otras dualidades hierven decenas de contradicciones,
de incoherencias, de posiciones locamente irreconciliables. Soy uno en casa y
otro en el trabajo. Soy uno cuando estoy con mi mujer y otro cuando estoy con
mis amigos. Soy uno cuando estoy solo y otro cuando estoy acompañado. “Hay
cosas que no deben hacerse”, grita cada una de las piezas de mi rompecabezas y
clava su bandera en el terreno, pero claro, eso durará mientras llega la vergüenza,
el miedo o la ira. Soy uno cuando converso con el portero y otro cuando hablo
con el presidente. La verdad es que tú, amigo mío, deberías fijarte bien con
quién hablas cuando te sientas a tomar café enfrente de este cuerpo, de esta
mente repleta de voces que gritan cada una su tema, su parecer, su prejuicio.
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