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lunes, 11 de noviembre de 2019
Alienados, ¡y a mucha honra!
Somos
víctimas de alguna influencia alienante que nos dicta mensajes permanentemente
y que nos obliga sutilmente a actuar de una u otra manera, a tomar posiciones
específicas, a decidir, finalmente, el rumbo de nuestros días desde un momento
en adelante. Y así vamos, recogiendo banderas ajenas, pareceres distintos,
luchas anteriores a nuestro entendimiento, y embutimos todo ese paquete así de
grande y lo convertimos en nuestra personalidad. Y así salimos a la calle,
vestidos con atavíos de extraña etiqueta, formulando sentencias sin juicios ni
hipótesis, disparando a los otros, a antiguos inocentes que también fueron
poseídos por alguna otra influencia que había en el aire donde se criaron, en
las aguas que bebieron, en los panfletos que leyeron o en las historias que
escucharon con tanta credulidad. Y así moriremos, ante la falta de la
conciencia del propio existir, sin haber medido con herramientas propias la turbia
cotidianidad que se debatía entre lo propuesto y lo imaginario, sin darnos
cuenta de que alrededor sobraban las señales para construir un camino propio,
con ojos y entendimiento propios, con fallas y soluciones propias… con vida
propia.
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