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viernes, 10 de enero de 2025
Expectativa mortal
La vida no es como uno quisiera y la distancia entre la
realidad y nuestros deseos son los que producen el sufrimiento. Una expectativa
es un peligro potencial que atraerá el dolor en cualquiera de sus formas. Ese atrevimiento
de esperar de la realidad algo que no cuadra por ningún lado es un boleto a un
viaje sin pronto regreso a un sitio donde el absurdo tendrá su oportunidad de
florecer y ninguna de las situaciones que se produzcan allá tendrán fácil salida
porque son el resultado de un enredo tras otro, de varios desvíos consecutivos
del camino original ya olvidado. La única solución que se vislumbra es volver
al camino original y aplicar el conocimiento adquirido —si fuese la afortunada
consecuencia—. Pero sabemos que eso es tan difícil como dejar de defender
nuestras equivocaciones. Sabemos que no sabemos cómo hacer para salir del lío
sin que duela. Aquí se presentan las opciones para lidiar con el entuerto: seguir
embriagados por el camino del alivio sucesivo o, en medio del dolor edificante,
ir a la solución definitiva que comprende arrancarse de tajo el malentendido y
caminar al fin el camino de la curación. Esta es una repetición insalubre.
viernes, 25 de octubre de 2024
Si estuviésemos juntos
Si estuviésemos juntos de nuevo en ese momento tan importante para todos, te tomaría de la mano. Siempre estuvimos lejos físicamente, pero te tomaría de la mano. Haría cosas que nunca hice, como esa, porque han pasado los años y la conciencia parece haber avanzado… y conciencia es amor. El amor me permitiría alejarme de los miedos, las vergüenzas y los complejos —que son lo mismo— y podría yo desinflarme tomando mi forma verdadera, hacer lo que me dicte el corazón con ese aliento de terciopelo, de desenfado, de desinterés por las cosas. Si estuviésemos juntos de nuevo, en ese u otros momentos, te sonreiría e incluso te haría saber, muy amorosamente, el dolor que me causa tu dolor, haciéndote saber, cada vez, que nunca te abandonaría. El problema de este planteamiento es que nunca volveremos a estar juntos y no puedo convertir mi falta de madurez en un sufrimiento, en una culpa estéril que me punce por el resto de mi vida. ¿Qué hacer? Pues, se me ocurre que puedo avanzar y determinar que, para aquel momento, no tenía los recursos necesarios para serte útil, que los años ya me mostraron ese aspecto necesario de la vida y que ahora puedo practicarlo con quienes todavía están cerca. Gracias por la enseñanza.
martes, 8 de octubre de 2024
Tengo un plan
Ya no sé qué hacer. Ante la resistencia de esa conciencia productora de paz que no termina de llegar, le “bajaré dos” a esa empresa y pondré el intelecto y el ego como vehículos forzados para evitar las explosiones de ira, susto o desesperanza. El plan es, al enfrentar una situación cumbre, levantar la voz propia, la que grita y asegurarme a mí mismo que lo que tengo enfrente es una prueba. No importa quién sea el administrador de esa prueba: yo soy el examinado. Ese es el plan. En el tráfico, en el hospital o en la oficina pública, cuando sienta que comienza a hervir la sangre, mi mantra será: “No juzgar de ninguna manera. No juzgar situaciones, no juzgar personas, no juzgar cosas: esto es una prueba”. Y desde ese momento en adelante, ver qué puede hacer por mí el intelecto ególatra que quiere ganar todas las pruebas, todas las competencias para las que se ha preparado. Quién sabe si, muy adentro, muy quietecita, está mi anhelada conciencia mirando, escuchando, sintiendo y, dados los tumultos, las escaramuzas en la azotea, ella decida manifestarse de una vez por todas.
domingo, 29 de septiembre de 2024
¿Falacia la realidad?
Ya tiene que ser verdad. Ya no me cuadra nada. Todo debe ser causado por el desbarrancamiento. Los pensamientos y criterios se basan en premisas falsas que redondean nuestra idea deseada, anhelada, ideal. La resistencia ante la realidad nos repleta el discurso de falacias. En las conversaciones, si estás medianamente de acuerdo conmigo o te caigo bien, vamos a atropellar las verdades a gusto y nos despediremos después de un rato con el abrazo de quienes están en lo cierto, ¡porque es que nuestro interlocutor lo confirmó! Por el otro lado, si soy tu crítico, me caes mal o piensas distinto, te voy a atacar a mansalva, incluso si estás en un momento de iluminación perfecta. En ambos casos, estaríamos de acuerdo en que la pasión, el gusto y el disgusto gobiernan el momento, pero si nos sentásemos a conversar de la manera más objetiva y responsable posible, encontraríamos una falacia cada dos o tres de nuestras frases. Ese discurso, que nos permite navegar en estas aguas difíciles de la historia, requiere ser flexible, acomodaticio, altamente autoembustero. Porque si nos bajásemos solo par de horas de este carrusel de metales, piedras e ilusión, nos volveríamos bastante locos y querríamos, con mucha razón, volver a nuestro garabato filosófico, ese que nos costó tanto armar a fuerza de recetas ajenas, de métodos aprendidos y de indefiniciones salvadoras, es decir, volver rapidito a ser aquellos que deban sobrevivir a esta locura de planteamiento de vida.
jueves, 5 de septiembre de 2024
Despedida casi indolora
Llegó el momento. Con algunos días de antelación, llegó el aviso por la vía correspondiente: Guillermo iba a morir. Tras un encontronazo de la conciencia colectiva con las leyes metafísicas y demás especies relacionadas, despedirse de este mundo no fue más un asunto de violencia, frustración o de dolor sorpresivos. El trámite ahora tenía parámetros bien establecidos para cada caso, como su anuncio, la antelación y la fecha en que la luz abductora se presentaría para llevarse al pasajero de turno. La cosa ya no era como antes. Esta novedosa modalidad de dejar el cuerpo no tardó en surtir sus efectos en la existencia de la gente. Una vez escuchado el pitazo de la partida, muchos organizaban los trámites legales correspondientes de la ocasión, buscaban a aquellos con quienes estuviesen peleados o enojados para conversar los asuntos pendientes en un ambiente harto solemne y amoroso y, nunca menos importante, buscaban arreglar sus asuntos internos tan postergados desde siempre. Otros, previendo cualquier despelote al final, aprovechaban los años previos para, más bien, vivir una vida ordenada, de manera que al llegar el momento de irse aprovecharían mejor el momento para pasarla con su gente, en sus lugares y en sus contemplaciones de la manera más relajada posible. Guillermo pertenecía a esta segunda categoría, por lo que, unas horas después del anuncio, ya estaba reunido con su familia y sus amigos para recordar y reflexionar, sin mayor sobresalto, sobre los asuntos de la vida entre la mirada y los apretujones cariñosos de su gente.
martes, 18 de junio de 2024
La conducta amorosa hacia el prójimo
Uno de los preceptos de la tradición cristiana es amar a tu prójimo como a ti mismo. Por otro lado, no he escuchado claramente, de los “voceros” de esta tradición, cómo es “amarse a uno mismo”. Lo que percibo a primera y segunda vista es que amarse uno mismo es algo egoísta, que siempre la conducta amorosa debe apuntar hacia el otro, hacia ese prójimo. Pero tomando al amor como el recurso más importante del universo, si alguien no lo alberga, si no lo practica, si no lo conoce, entonces no lo podría dar, no podría practicar con otro algo que no posee o incluso que no conoce. Desde el punto de vista de uno mismo, la conducta amorosa se desdibuja como todo concepto susceptible de ser interpretado, como la felicidad o la libertad. Lo que uno podría llamar conducta amorosa hacia el prójimo se va convirtiendo entonces en empresas enrarecidas, como favores, como acciones sin propósito claro o como publicidad de lo buena gente que somos, dejando al un lado el flujo de una bondad cristalina, en la que todos somos iguales, compasivos, amorosos y hasta productivos.
miércoles, 15 de mayo de 2024
Tampoco sé que no sé nada
No sabría decir si el hombre llegó a la luna, si existen los átomos o si Einstein dijo esto o aquello. No podría decir si esa noticia es falsa, si un comunicado es un invento o si aquel artista murió como leí. No lo sé, no estuve ahí, no puedo afirmar nada porque objetivamente lo ignoro. Sin embargo, me dicen que muchas cosas son verdades porque lo dice el locutor de noticias, el diario o mi youtuber favorito. Me dicen que debo confiar en estos medios, pero tampoco sé si son dignos de confianza por uno que otro episodio en el pasado. Podría, ante este escenario de escepticismo, dejarme llevar solo por lo que veo con mis ojos, pero sospecho que mi mente interpreta a su manera, según mi experiencia personal y no con la apertura necesaria para ser confiable ante lo nuevo. Que el sol salga por el este, que el lápiz se quiebre al meterlo en agua o que se presente un espejismo por el calor son solo algunos de los engaños que nos juegan los sentidos. Entonces, ¿a quién le creo? Me temo que toda esta confusión abre la puerta a la temible posibilidad de confiar y creer con base en los resultados y cómo me sienta, en medio del temor de que sea mi mente, ese instrumento voraz del deseo, el que me juegue las próximas malas pasadas.
lunes, 1 de abril de 2024
Secuestrados del presente
Estamos secuestrados del presente. Estamos presos de otros tiempos que no tejen, que no construyen, que no hacen, que no existen. Somos las víctimas de dos carceleros, uno en el pasado y otro en el futuro que, aunque no estén ahí, aunque nunca hayan estado, nos tuercen el brazo para que no miremos el único y verdadero telar de la vida: el presente. Así se nos pasa el tiempo. Botamos semanas a la basura pensando en la culpa por lo que pasó y varias otras sintiendo la incertidumbre por lo que vendrá. Cuando se suman ese montón de semanas en las que no pudimos apreciar el tejido de la vida —la bondad del otro, el calor de un abrazo, los ojos de una madre, la energía infinita de los niños, tu salud suficiente y hasta tus pertenencias materiales—, resulta que fueron semanas en congeladas, paralizadas, muertas, en las que no construimos nada, no sentimos sino sobresalto y a final de cada año el saldo fue cada vez más triste y aparentemente más definitivo: el momento de la muerte está más cerca y, aun respirando, dejamos de caminar, de mirar, de escuchar, de acariciar; es decir, sin haberlo notado, el fin de la vida nos toca la puerta y ya no importa si queremos abrir o no.
miércoles, 27 de diciembre de 2023
¡Amor romántico mis cojines!
El amor romántico parece ser la cubierta de lo valioso que debería haber debajo. Debería, el amor romántico, ser el efecto de una verdad subyacente mucho más poderosa por real. Pero no, no lo es. El amor romántico terminó siendo, en estos tiempos de compra y venta, de vitrina y crédito, un arma peligrosísima. El ramo de flores, la tarjeta, el poema y demás especies se convirtieron en el aspaviento inicial, en el mentiroso, en el que no deja ser como soy para que caigas, en el que predica a oídos sordos que todo irá bien porque nos queremos. Solo para eso quedó: para pantalla y parcho. El engaño, la indisposición para llegar a acuerdos adultos solo para retrasar el momento final se apodera de la relación y la reconciliación se convierte en el oxígeno, en el impulso para volver a la acción, y claro, para reconciliarse, hay que pelear. Así que, ya que me di cuenta, deja la florecita barata y vacía para otro día, para otra gente.
Eterno presente
Finalmente, llego el presente constante. Ese que todos vaticinaban que llegaría por mi edad, por mis costumbres. Le llaman “enfermedad”. Resulta que ahora soy “senil”, lo cual parece, mirando la cara de los demás, algo malo. Estoy investigando eso. Por lo pronto, sentado en mi jardín, en el balcón o parado en la acera, paso las horas —algunas bajo el sol— mientras la gente pasa e intercambiamos saludos. Escucho la música, veo las nubes y los árboles, los niños y sus mamás, con novedosa maravilla. A pesar de que me siento abstraído, no siento alteraciones importantes del ánimo y gozo de tranquilidad. No hay estrés por asuntos pendientes. Alrededor, veo a los míos llorar, discutir, correr, pero no sé de qué se trata. Imagino que tienen algún problema. Por mi parte, cuando quiero comer, como; cuando tengo sed, bebo; cuando quiero ir al baño, voy. A veces estas buenas gentes me ayudan. No hay historia que recuerde. No hay proyecto encima. Soy lo que soy hoy sin saber, sin controlar. No siento miedo. Miro la hora del reloj, pero no significa nada para mí; para los demás, sí: veo que miran el reloj y corren mientras se quejan. No entiendo mucho de lo que veo o escucho, pero parece que no es importante para lo que yo necesito. A veces se dirigen a mí como si fuera un niño y me da risa. Ahí vienen otra vez. Creo que dejaré de escribir esto para seguir comiéndome este pancito con café con leche.
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