Si te
poner a ver bien, no eres tan especial. Si le pones la lupa al tiempo de las
generaciones, es casi imposible que “hagas la diferencia”. Estás atrapado entre
el condicionamiento de tus ancestros y la voluntad de tus descendientes. Eres una
piedrita en medio del terreno del pasado y el futuro, pretendiendo ser un
agente de cambio, cuando en realidad tus elecciones que afirmas “libres” están
sometidas por el equipaje que guardas en tu cabeza, de tu casa, de tus padres,
de tus amigos y tus tropezones, incluso porque elegiste lo contrario a eso
porque decidiste ser, de nuevo, “libre”. De pronto te podrías dar cuenta de que
te pareces tanto a esos viejos que cuestionas hasta el cansancio y que a la vez
no causaste los efectos esperados en los que vienen detrás. A pesar de saber en
tus profundidades que sí eres especial para ti y para unos pocos más, es
inevitable, en algún punto del camino en el que no sabes si es bueno o malo o
no importa, que eres solo tú, con tus penas y tus glorias, igual que toda esa
gente que ves pasar a tu lado.
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