La temporalidad se asoma de vez en cuando y me sacude con sus avisos constantes e ignorados. “Todo pasa”, me dice con su calma inamovible. Pasa el día, pasa el acontecimiento de moda, pasa el día más importante de mi vida. Se van despidiendo uno a uno mis seres amados, mis ocasiones únicas, como en una fábrica en la que todo va por un carril imparable, que trae y se lleva cosas sin miramientos, sin considerar que me he prendado de cada una de ellas como un niño, como un niño caprichoso, insoportable, que no comprende aún cómo es que se bate el cobre por estos lares. Pasa una sonrisa, pasa la oferta en el centro comercial, pasa el personaje admirado, y como todo pasa, pasa la vida, eso único que parecemos poseer y sobre lo cual somos quienes decidimos. Pasó también la pasión, pasaron la niñez y la juventud; pasaron igualmente la irresponsabilidad y la superficialidad. Pasaron muchos años. Y después que pasó todo eso, aquí estoy, sin comprender todavía que todo pasa, esperando por la próxima cosa emocionante que me llene… hasta que pase también y me deje desolado en este banquito tan odioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario