Ya soy yo. Yo mismo, sin agregados colectivos ni condicionamientos pasados. Ya pude eliminar la basura imperceptible acumulada durante años y las creencias paralizantes, dejando el camino abierto ante mí. La claridad para sentir sin remordimiento, para decidir si hacer o no, sin mucho análisis, sin tanta teoría, sin la intelectualidad pretensiosa, se pasea por mi casa como si fuera de ella. La casi mágica capacidad para examinar lo que pasa por mi cabeza, lo que mi pasado trata de impedir o mi futuro intenta poner en duda, me otorgó un poder inesperado sobre mis días, sobre lo que puede o no calar en mis asuntos pendientes. Ya puedo ver, sin tantos lentes prestados, lo que en realidad aparece enfrente de mí, sin prejuicios, de una manera fresca y abierta, tocarlo o disfrutarlo, si fuese el caso, sin magnetismos patológicos y después colocarlo en la misma repisa de la que lo tomé sin apegos dolorosos. Perdí el temor. Perdí el temblor. Todo ha cambiado mucho y aunque el torbellino de paz me aísla del resto de mi entorno amado, creo que al menos por ahora seguiré, responsablemente, aquí, así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario