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domingo, 31 de mayo de 2020
Crisis generosas
Crisis generosas. Si lo ven por un huequito y apartando la queja, eso parecen. Una tras otra, con horas extras muy odiosas y descansos impredecibles, vienen a jorobarme, a cambiarme la seña… y eso cuando no vienen a hacerme llorar, a obligarme a replantear sin querer, a cuestionar mi comodidad del momento. Como mecanismo de defensa, no queda más remedio que remitirme al pasado, al comienzo, cuando las crisis fueron por quitarme la teta, el carrito, la novia, el proyecto, el empleo, “respectivamente”; remitirme a cuando cada una de ellas sentó un punto de inflexión. Fueron muchas las inflexiones que tejieron una línea que vista de lejos sí tiene sentido, que tiene apariencia forzada a progreso, a crecimiento, a resguardo. Línea tortuosa de cada vez menos misterios, pero que saboreada de cerca, encima de ella, siempre lució odiosa, confiscatoria, canalla. Toscas inflexiones que entre una y otra se vivía el producto del logro inmediato, seguido del bienestar y la inercia para finalmente caer en la rutina o el aburrimiento: en ese momento, casi se podía oler la nueva tragedia. Sin embargo, cada crisis ha dejado mucho más que el sufrimiento momentáneo. Me ha dejado cambios, ajustes, reorientaciones que nunca solicité y hasta resentí, pero que produjeron un claro desenfado en mis pasos, ya sin tanto miedo, ya con alegrías más duraderas en medio de este aparente caos que ahora me parece ser, sin tanta carga a cuestas, la realidad a aceptar.
miércoles, 27 de mayo de 2020
Desaprender
Desaprender.
Ya viejo verbo, pero igual de desdeñado. Lo contrario de aprender: desocupar,
descargar, aligerar, limpiar. Si no sirve, si no soluciona o si solo complica,
pues desaprende. Ya pasó de moda eso de aprender como oficio, de reunir tanta
información como para hacer malabares, lo de aprender “cosas importantes” solo
para echárselo al otro en su cara en la próxima reunión de egos. Ya quedó atrás
eso de estar aburrido o confundido y como remedio, estudiar una carrera entera.
El tiempo que me gasté aprendiendo tanta cosa inútil me hizo falta para
aprender lo que necesitaba y ahora estoy apuradito, como una mula y con este
montón de libros en el lomo, tratando de cruzar el puente frágil de la sensatez.
domingo, 24 de mayo de 2020
Siempre pueden ir peor
Las
cosas siempre pueden ir peor. Siempre. No hay un momento en el que el daño haya
sido infligido totalmente. Siempre faltará más. Increíble y afortunadamente,
siempre faltará más. ¿Ahora no hay electricidad? ¿Y ahora no hay agua? ¿Y ahora
no hay gasolina? ¿Y ahora no hay comida? ¿Y ahora no hay dinero? Lo que no
terminas de darte cuenta es que podría faltar mucho más. Podría, por ejemplo, morir
tu ser querido preferido. Podría sobrevenir una enfermedad “penosa”. Podrías
enterarte de que tu consorte te montó cachos. Podrías perder un hijo. Podrías darte
cuenta de que toda tu vida fue un engaño. Tu carro podría incendiarse. Podrías saber
que tu papá no era tu papá. Podrías doblarte un tobillo y estar una semana en tirado
en cama. Podrías perder tu cartera con toda la documentación. Podrías extraviar
el celular… y así podría ir peor cada vez. Sin embargo, solo nos lamentamos
cuando cada condición ocurre hasta las lágrimas. Sin embargo, solo vemos la
nube gris que nos cubre cada día sin que nos llegue a exterminar el rayo que
tanto anunciamos. Sonamos la alarma de la pérdida con toda la energía requerida
para iluminar un estadio, pero ni por el carajo agradecemos lo que tenemos
hasta hoy. Parecerán cosas de loco, pero estamos perdidos, persiguiéndonos la
cola con el peligro inminente de alcanzarla y darnos cuenta de la farsa. Fíjate:
hoy amaneció y pudiste ver el sol una vez más; abriste la alacena y la nevera y
hubo cómo hacer ese desayunito tan sabroso que te gastas —que qué vaina que no
tiene jamón ahumado—; todavía tus ojos pueden ver el verde y azul de la
creación; puedes inclinarte y ver a tu compinche de vida, a tus muchachos, a
tus vecinos, y así va… Para la mayor de tus suertes e ingratitudes, eso mismo ha
pasado miles de veces y no lo has agradecido de corazón. No es un chiste: estás
botando tus minutos creyendo que te la estás comiendo. Aún así, espero verte
mañana, porque sospecho que la segunda fecha de tu tumba no será la de hoy.
martes, 19 de mayo de 2020
No sabemos un carajo
No sabemos
nada. No sabemos si hubo “big bang”. No sabemos si La Luna se creó producto de
una colisión de un cuerpo considerable contra La Tierra. No sabemos si fue un
asteroide lo que extinguió a los dinosaurios. No sabemos si “el hombre” llegó a
la luna. No sabemos si todos esos “Estudios [que] afirman…” son ciertos. No sabemos
si los gringos se metieron de lado en más de una guerra por intereses
económicos. No sabemos si la cuarta república era lo peor que le pasó a este
país o lo que todos esperamos con ansias. No sabemos lo que pasa en la Casa Blanca
o en Miraflores. No sabemos si lo que dicen la prensa o los sitios web de
noticias tiene alguna veracidad o al menos la intención. No sabemos sin es
cierto lo que dice National Geographic. No sabemos si el vecino le pega a la
mujer o si ella le monta cachos. No sabemos si nuestro cónyuge quiere terminan
sus días con nosotros o está esperando el cambio de guardia. No sabemos, la
mayoría de las veces, lo que queremos o necesitamos nosotros mismos. Y de
repente, chico, ni nos interesa, no queremos. Lo que sí hacemos, ante esta tremenda
ignorancia, es repetir lo que dicen los demás, pensar lo que piensan los demás,
hacer lo que hacen o dicen los demás y fallar como fallan los demás. Y vamos a
estar claros: hay algunos “demás” más poderosos y atractivos que otros.
martes, 12 de mayo de 2020
Teoría que juega garrote
Hay
tantas maneras de ser, de sentir, de actuar, y tan poco tiempo, disposición o
conocimiento para experimentarlas, que todos debemos tener teorías acerca de
cómo es que son todas las cosas. Y nos juntamos, con nuestras teorías a flor de
piel, en reuniones, conferencias y congregaciones a juzgar lo que no hemos
conocido –y quién sabe, ¿no?− para reforzar urgentemente nuestra precaria
posición de entrometidos, de necios, de poseedores de un talante moral
caricaturesco en el que la ignorancia, la hipocresía y la envidia desfilan tan
impunemente, que los más tontos de verdad creen que son mejores que los de
afuera.
jueves, 7 de mayo de 2020
En deuda con el carajito
Estamos
en deuda. Estamos en deuda con el carajito que fuimos y que a veces nos jala la
camisa desde abajo, desde adentro, desde ese tiempo cuando todavía no teníamos
la receta del éxito ni del fracaso grabada en la cabeza. Estamos en deuda con
esos sueños infantiles que se mecían, que corrían, que nos acompañaban al
dormir hasta el amanecer. Sistemáticamente, hemos aprendido a alejarnos del
muchachito que todavía no se marcha, de ese que sin ser un sabio sabía cuando
algo no estaba bien y lo dejaba de hacer porque tal vez porque dolía o porque
le hacía daño a alguien más. Estamos en deuda con el que se juntaba con
cualquiera y medía la pertinencia con el cansancio o con el hambre que te hacía
regresar a casa… o con el llamado de la vieja. ¿Qué calamidad ocurrió que le
soltamos la mano al niño y nos aferramos a un disfraz que nos obliga a ser
serios, disciplinados y productivos; que nos hace avergonzar de lo que
recogimos de chamitos y ser quien no queremos ser, hacer lo que no queremos
hacer, vivir lo que no queremos vivir? No lo sé, pero no parece que hayamos
crecido mucho más que ese carajito que, viéndolo desde lo lejos, tenía mucha
más coherencia en sus acciones y deseos que ese adulto perfumado que pasa por
ahí sin saludar.
miércoles, 6 de mayo de 2020
Caída y mesa limpia
Te identificarás
como el pianista famoso y cuando ya tus manos pierdan naturalmente la
habilidad, caerás. Te identificarás con el estudiante más inteligente de la
universidad y cuando pasen los años de demostrar tus capacidades, caerás. Te identificarás
como el padre perfecto, ese que es amigo de sus hijos y con eso duerme; pero
cuando ellos busquen sus propias amistades y hagan de su vida algo interesante
por sí solos, caerás. Te identificarás con un cuerpo fuerte que muestras a tu
entorno, ¿pero por cuánto tiempo tendrá vigencia el cuentico? Puede que llegues
a ser el rey de las metas cumplidas. Es posible que busques por todos lados,
por ahí, aquí, allá, por fuera de ti situaciones con las que querrás identificarte
y ser eso, vivir como eso, colgarte de eso el mayor tiempo posible mientras “eso”
también desaparece y caigas inexorablemente. Difícil es saber con qué
identificarse, y desde aquí parece que no debe ser de factores efímeros,
temporales, con fecha de caducidad y menos de fantasías porque desde esa fecha
en adelante se prevén días muy malos para vivir la vida. Tal vez para que eso
de ser algo funcione, esto debe mirar hacia más allá, hacia lo trascendente, a
lo intemporal, lo eterno —si lo prefieres—. ¿Y entonces? ¿Qué es lo que tú
eres?
martes, 5 de mayo de 2020
Ego campeando
Falta total del dominio sobre las emociones. El ego rampante, a sus anchas, defendiéndose de quien considera inferior o de a quien envidia. Muerto de la arrechera porque alguien o algo me ofendió, muerto de la tristeza porque alguien o algo se alejó, muertos de la alegría porque alguien me piropeó. Parece que son muertes lo que brindan las emociones. No hay medida. Todo es un sobresalto -o una saltadera- que dura hasta mucho después de la fiesta, pero sin fiesta, sin motivo aparente, como viviendo un mal sueño en el que nada tiene sentido. El corazón ya no conoce el descanso, la reparación, la calma. La cabeza, por su parte, entreteje caprichos y en su ignorancia súperinteligente trata de inventar más fiestas, pero es que no consigue a quién más invitar. Ya nadie es como quiero que sea. Ya nadie se deja deslumbrar por nuestros trucos y lucecitas. Después de tanto compartir en reuniones huecas, ya todo luce que no luce; ya nadie parece tan cercano. Ya el primer cargamento de emoción desapareció y solo dejó esta tristeza emocionada, este cargamento de nada que me encorva la espalda. Siempre sin dominio sobre la emoción, y por lógica, si no domino soy su esclavo, su esclavo entusiasta, el esclavo que defiende a su carcelero, el esclavo cuya juventud aún no le deja conocer la paz, el sosiego, esa conciencia que mira a las emociones desde arriba, que las identifica, aprende y las pone en su santo lugar… hasta la próxima erupción.
domingo, 3 de mayo de 2020
¡Concédeselo, vale!
¿Que quiere plata para solucionar todos sus problemas? Dásela. ¿Que quiere que la gente lo deje trabajar y así salir adelante? Otórgaselo. ¿Que todos se acerquen, lo rodeen y lo piropeen para sentirse mejor y allanar el camino? Proporciónaselo. ¿Que quiere una casota y un carrote para enderezar sus estados de ánimos y cumplir todos sus sueños sin urgencias inmediatas? Provéeselo. Dale, por favor, todo lo que pida para que se dé cuenta de que sus dificultades no radican en ese tipo de cosas. Dáselas para que deje el fastidio y pare de hablar tanta pendejada.
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