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domingo, 24 de mayo de 2020

Siempre pueden ir peor

Las cosas siempre pueden ir peor. Siempre. No hay un momento en el que el daño haya sido infligido totalmente. Siempre faltará más. Increíble y afortunadamente, siempre faltará más. ¿Ahora no hay electricidad? ¿Y ahora no hay agua? ¿Y ahora no hay gasolina? ¿Y ahora no hay comida? ¿Y ahora no hay dinero? Lo que no terminas de darte cuenta es que podría faltar mucho más. Podría, por ejemplo, morir tu ser querido preferido. Podría sobrevenir una enfermedad “penosa”. Podrías enterarte de que tu consorte te montó cachos. Podrías perder un hijo. Podrías darte cuenta de que toda tu vida fue un engaño. Tu carro podría incendiarse. Podrías saber que tu papá no era tu papá. Podrías doblarte un tobillo y estar una semana en tirado en cama. Podrías perder tu cartera con toda la documentación. Podrías extraviar el celular… y así podría ir peor cada vez. Sin embargo, solo nos lamentamos cuando cada condición ocurre hasta las lágrimas. Sin embargo, solo vemos la nube gris que nos cubre cada día sin que nos llegue a exterminar el rayo que tanto anunciamos. Sonamos la alarma de la pérdida con toda la energía requerida para iluminar un estadio, pero ni por el carajo agradecemos lo que tenemos hasta hoy. Parecerán cosas de loco, pero estamos perdidos, persiguiéndonos la cola con el peligro inminente de alcanzarla y darnos cuenta de la farsa. Fíjate: hoy amaneció y pudiste ver el sol una vez más; abriste la alacena y la nevera y hubo cómo hacer ese desayunito tan sabroso que te gastas —que qué vaina que no tiene jamón ahumado—; todavía tus ojos pueden ver el verde y azul de la creación; puedes inclinarte y ver a tu compinche de vida, a tus muchachos, a tus vecinos, y así va… Para la mayor de tus suertes e ingratitudes, eso mismo ha pasado miles de veces y no lo has agradecido de corazón. No es un chiste: estás botando tus minutos creyendo que te la estás comiendo. Aún así, espero verte mañana, porque sospecho que la segunda fecha de tu tumba no será la de hoy.

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