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lunes, 17 de febrero de 2020
Moriré en el asfalto
Moriré
en el asfalto. No por mi familia, no por un amigo, no por la patria… en el
asfalto. Me parece un precio justo por disfrutar de la velocidad y la libertad
que me brinda mi máquina. Es un precio justo por zigzaguear entre los obstáculos
emocionantes y a veces impredecibles de la carretera. Es tan excitante que no
lo cambiaría por nada, ni siquiera por disfrutar mi vida longeva o por
compartir con mi familia el crecimiento de los muchachos. No. Moriré de un
tremendo carajazo, en seco, sin casco, sin cinturón y quién sabe si acompañado
—pa no irme solo—; o tal vez deslizándome antes durante unos segundos
apoteósicos antes de que el camión que venga atrás detenga mi corazón. No será cualquier
cosa, no pasará desapercibido el hecho. Moriré regado en la carretera,
iniciando una cola de curiosos que pasen y vean mi cuerpo retorcido e incompleto,
después de haber decidido, muy rápidamente, que el tipo de al lado no se
saldría con la suya.
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Excelente artículo, es hora de pensar que es lo que voy hacer con mi vida cuando estoy manejando.
ResponderEliminar¡Gracias!
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