Cuando pierda la libido, todo se solucionará. Cuando
deje de sentir este saboteo, se abrirá paso a la sabiduría. Cuando desaparezcan
estos fogonazos enceguecedores, seré quien quiero ser. Pero mientras, seguiré
intentando vivir de la teoría y la discusión de lo sensato hasta que aparezca
la morenita esa que vive al lado. Mientras, pasaré la noche entre mantras y
contemplaciones hasta que Yurimira, la catira, aparezca con su minifalda a
pedirme un poquito de azúcar. Mientras, pues seguiré construyendo esquemas
seudoespirituales, seudoconscientes, porque más tarde me llamará mi exmujer
para que le arregle la cañería. Así no se puede, mi hermano. No puedo avanzar
en los conceptos y sensaciones, en el silencio y en el vacío si mi cuerpo no se
deja escuchar, si siento el motín que efervesce en algunas de sus partes; si
cuando ya estoy entrando en esa nube de autoconocimiento, suena el celular y
recibo unas fotos provocativas de mi compañera de trabajo, la muchacha nueva,
la que me lanza indirectas en horas de oficina y desaparece al sonar el timbre
de salida. Así que no me queda más que seguir hablando sobre tonterías dizque
trascendentales, a la vez que atiendo mis asuntos de besos y caricias con
quienes tengan a bien acercarse y compartir su cuerpo físico, su estuche de
vida, su carcasa de placer, con este soldado fracasado de la paz.
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