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viernes, 28 de febrero de 2020

¿Miedo y odio? Sí, gracias.

El miedo y el odio, a pesar de su tenebroso origen y su pésima gestión, también producen logros plausibles entre la audiencia. Se sabe de inventos, planteamientos y demás creaciones con autores movidos por el miedo o el odio. Se sabe de la genialidad que explotan estos personajes temblorosos e inquietos. Basta echar un vistazo a su biografía y nos enteraremos de cualquier tipo de abuso perpetrado o del producto terrible de la sobreprotección. Ante el muro constante que se les venía encima, hubo que salir con algo que muchas veces resultó genial, admirable. Ante la eterna inconformidad, hubo que saltar a la próxima meta, al próximo logro que, afortunadamente, salió en los periódicos y en la televisión. Como todo el que estaba perdido, aislado, este héroe de extraña manufactura contó con tiempo suficiente para desafiar alguna dificultad que a todos nos aquejaba y la venció. Una vez más, las revistas y las luces tuvieron en él, su nuevo objetivo. No faltó el dinero ni la fama. No faltó que su burbuja se hiciera gruesa y nadie pudiera atravesarla con pase de cortesía. No faltaron los homenajes posteriores a su vida ininterrumpida de logros. Lo que sí me parece que faltó —tal vez con alguna envidia de mi parte— fue algo de libertad, algo de plenitud, algo de paz.

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