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jueves, 14 de marzo de 2019
¡Respeta, carajo!
Excelente
el momento para respetar la opinión del otro. Estelar la circunstancia para
considerar el pensamiento ajeno como válido y colocar el propio en el banquillo,
no para anularlo, sino para que se defienda decentemente. Difícil sería un
mejor momento para ejercer eso que llaman empatía.
Espectacular sería ahora bajarse del ego hinchado por la pasión, dar una patada
al muro que levantamos con retrechería y con esa seguridad volátil y explosiva del
que se dirige al barranco. No es compartir opiniones, no es copiarse del otro o
sugerirlo en sentido contrario: eso sería muy vulgar; tan vulgar como lo que
estamos acostumbrados a hacer a diario, propugnando, desde la incoherencia o la
ignorancia, desde cualquier bandera o color, incluso desde la trinchera de
nuestras gríngolas honestamente confeccionadas, el pensamiento único, entubado,
universal. Que tú estés equivocado no
significa que yo no lo esté. Que tú no tengas la verdad en tus manos no implica
que yo sí. No se trata de lanzarnos a la cuneta y desde allí echar plomo a los
demás; como dije, eso sería bastante vulgar —y lo sabes—. Haz que te alejas del
tema y comienza a ver un panorama más amplio. Elévate de tu parcelita de
opiniones y comienza a distinguir lo amplio, el flujo de lo que ya es a pesar
de tus deseos sinceros, pero mezquinos. Yo no lo sé, pero tal vez sea posible
que descubras un bosque variado, complementario, natural, maravillosamente
distinto al conuco que deseabas imponerle a los demás. Creo que
es un buen momento, porque así como vamos, no habrá nadie capacitado para reconstruir
esto.
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