No somos personas. No somos
una experiencia única. No somos un hecho irrepetible. No somos un cúmulo de
felicidades, de logros; de drama y frustración. Somos adjetivos. Somos una
palabra que denota a otra, al parecer, ninguna de las dos mejor. “El Negro ese”,
“El loco ese”, “El mendigo ese”, “El terrorista ese”, “El viejo ese”, y un
etcétera vergonzoso. Siempre inventaremos un adjetivo que funcione como un saco
de basura en el cual meterte, y así separarte de mi cuestionado mundo rosa. No te
concederé expresiones de respeto. No te
llevarás ni un solo calificativo que afirme tu humanidad. En caso de grato acercamiento
entre tú y yo, no pasará de ser una aventura exótica, algo raro que permitiste
que ocurriera. En caso de acercamiento no habrá intercambio, sólo tu presunto
aporte a mi miseria… dices tú.
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