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martes, 23 de agosto de 2022

La libertad individual

La libertad, me parece, radica en la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades reales. La libertad individual es difícil de apreciar, de medir, porque muchas de nuestras motivaciones son externas, no internas; nuestras necesidades no siempre son las nuestras, sino implantadas. Buscamos libertad, amor y seguridad por fuera de nosotros y eso nos deja en un grado de vulnerabilidad peligroso en el que no tenemos control sobre nuestro propio bienestar. Queremos tener dinero porque los demás, los que tienen dinero, tienen seguridad económica; queremos estudiar esto o aquello porque esa otra gente la pasa muy bien; queremos una pareja porque los demás se ven muy bien agarrados de mano en la calle; hay que ser médico, casarse y tener hijos porque… porque los otros lo hacen, claro. Y con la cabeza mirando hacia afuera, casi que no somos responsables de nada de lo que nos ocurre. Como todo viene de afuera, la responsabilidad la termina teniendo otro. En este escenario, el desastre no tarda demasiado en aparecer y la victimización se convierte en la un instrumento útil para sentirnos acompañados, considerados, aunque siempre dependientes. La única manera de averiguar cuáles son nuestras necesidades propias (y no las del grupo) es experimentando y evaluando si nuestros objetos del deseo son imprescindibles para vivir o si son solo un extra, un deseable, la guinda del trago, pues. De resto, estamos condenados a esperar las limosnas del otro y nos exponemos a morir en la prisión de las ilusiones ajenas, con la mano estirada… y vacía.

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