Caminando por las piedritas, las del río. Caminando con cuidadito, con las rodillas flexionadas y los brazos a los lados, casi como pidiendo calma. El río creció de nuevo y exige mayor atención y concentración que antes. Considero que fue poco el tiempo de satisfacción y regodeo en los logros recientes y ahora la corriente viene con todo a poner a prueba lo que les cacareaba a mi audiencia de coctel. Antes de que el agua me lleve, debo saber cómo afincar los pies en las piedras movedizas, resbalosas, unas veces de apoyo y otras como cómplices aparentes de la adversidad. No se podría negar categóricamente que la responsabilidad propia existe, pero el embate es duro; la embestida es como para coger palco. Honestamente, siento que he avanzado, pero cada prueba produce más frustración que la anterior y como que no deja tiempo para sacudirse y aclarar la estrategia del momento. En este momento, aunque veo la otra orilla más cerca y me aferro a llegarle, la verdad es que siento también un poco de frío burlón en los huesos.
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