Hoy
el amanecer trajo algo distinto. Es una especie de promesa que normalmente no
se puede detectar, pero que hoy se hace realmente evidente. Las partículas
soleadas suspendidas en el aire hacen que el panorama se vea algo más
brillante, más condescendiente, más agradable. Lo que comienzan a ser los
ruidos de la calle no logran quitarle este brillo particular al día, aunque el
movimiento allá afuera nos asegure con vehemencia que todo será tan invisible e
imperceptible como siempre. Sigo mirando, escuchando, oliendo los alrededores y
no se me quitan las ganas de pasarla bien, de admirar esto que yacía oculto; de
simplemente contagiarme con ese yo no se qué anda por allá afuera y que de
vedad no estoy dispuesto a perderme. Todo parece distinto, como si hubiese
cambiado un cristal en mis ojos. Es tan agradecible que ojalá no desaparezca, y
aunque no sé cómo reproducirlo o repetirlo a voluntad, percibo hoy que es
infinito y con solo abrirme lograría el sosiego que cualquiera necesita en
medio de sus días de tribulación. Estoy contento. Mi poder de observación se
despertó de repente y me dio este regalo inusitado. Espero no pecar de avaro,
pero espero que mañana se repita… eso espero.
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