Me enamoré de un rol,
de tu rol. Siempre te visitaba entre la multitud para apreciar tu trabajo. Me
enamoré de ese rol que todos admirábamos y del que todos querían un pedacito.
Pero fue una atracción fatal hacia solo una parte de ti.
A medida que fui conociéndote, pude ver de cerca la perfección de tu ejecución.
Sin embargo, cuando quería que bajases de tu pedestal para que conversáramos
del día a día, de tu familia, de tus sueños, de lo que yo podía ofrecerte, te
alejabas con violencia después de proferirme una mirada de pánico, de desconfianza. Nunca supe supe lo que ocurría contigo en ese momento, pero me siento como un tonto por ilusionarme con compartir mi vida
contigo, sobre todo
cuando ahora veo claramente que
eres solo un trozo de alguien que no pudo labrar cada aspecto de su vida y
buscó como último recurso el encierro dentro dentro de lo único que sabía hacer con esmero: lo suyo.
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