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jueves, 17 de mayo de 2018

La próxima vez que quieras salvarme...


Cuando quieras salvarme, avísame primero. Cuando te entre ese ímpetu poderoso de ser útil y salvarme, te ruego que me expliques, con detalles, cómo es que piensas hacerlo. Antes de exigírtelo, te pido encarecidamente que revises el entorno, los alrededores, todos los elementos que están a tu favor y en contra para llevar a cabo esa tarea tan loable que es salvarme. Por supuesto, debo pedirte también que revises tus aspiraciones personales, los dictámenes de tu ego, los sueños que de chiquito abarrotaban tu cabeza y que ahora deseas honrar solemnemente. Si notas que te pido mucho, te pediré además que me disculpes, porque es que en estos últimos años, mis años, los años de mi tierra, han aparecido varios con ese mismo discurso de salvación y la verdad, nos ha ido mal. Pero solo puedo hablar por mí. Siento que debo respetar que mucha gente se identifique con las ideas que expresas en la tarima, en el canal de televisión, por los pasillos. Entiendo que cada quien procesa su experiencia a su modo, a su paso e incluso, a su conveniencia. No me mire así. No te pongas así. Solo trato de transmitirte mi precaución con el mayor respeto posible, tú sabes… así no quedo como otro detractor de esos que te grita cosas en la calle. Solo trato de precisarte, porque quiero saber si es que en tu camino de logros visualizas ahorita o serás capaz luego de sacrificarme a mí y a la tranquilidad de mis seres queridos en pos de lograr, como sea, tus objetivos, ¿recuerdas?, esos que vienes acariciando desde niño y que es ahora o nunca para eso de “ser alguien importante”, “hacer historia” o simplemente para que no te olviden por un buen rato a costa de perder tus propios afectos, a costa de que las familias ajenas se despedacen o a costa de cualquier cosa valiosa para mí que esté fuera de tu alcance o tu interés. La verdad, de pana, y ahora sí te exijo que me expliques cómo es que me vas a salvar, porque tal vez, estimado y diligente amigo, no quiera yo que me salves.

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