Aquí vivíamos. Nos sentíamos
bien. Todos mostrábamos un patrón de conducta uniforme, más que conforme. Estábamos
contentos con lo poco que nos dieron a leer y practicar para ser felices. Un pasito
pacá, un pasito pallá. Y así íbamos al compás de quienes nos hablaba desde el
escalón. Pero uno nunca puede estar tranquilo. Siempre sale alguien que quiere
perturbar el orden, ese orden aprendido y seguido a pie juntillas. Al parecer
había uno de nosotros que comenzó a hacerle caso a esas sensaciones vulgares, a
respetar otras cosas, a dibujar formas, caminos distintos al resto… y se armó
el lío. El pobre loco sufrió primero la burla, luego la cayapa de argumento en
contra y, finalmente, la retaliación de los del escalón. Afortunadamente,
parece que lo lograron acallar y sus locuras ya no tienen efecto en el resto,
que por un momento se fijaron en él para luego volver a su carril. Mira, creo que
podemos estar tranquilos, aunque porái escuché que un grupo de curiosos se habían
subido a la misma ventana a mirar la extraña luz que él miraba… germinando.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
viernes, 30 de junio de 2017
Germina el amor
Germina el amor. Entre
la basura, entre lo que creíamos estéril, germina el amor. Resulta que había
una semilla, oculta a los ojos entretenidos, que un buen día echó a caminar, a
florecer. Sin voluntad; solo se dejó llevar. No se resistió más a su
naturaleza. Fue lo que siempre había sido, pero esta vez sin ataduras, sin
apegos. Absurda paradoja deshizo cuando, al dejar sin temor la contradicción
que le alienaba, dejó atrás la penuria y el sufrimiento. Ya no tropieza con sus propios pies... solo existe, solo es.
Hónrame, anda...
Hónrame por lo poquito
digno que tuve. Anda, toma con pinzas esas pequeñas, superficiales y simpáticas
cosas en las que me involucré y magnifícalas para que todos las puedan ver;
para que puedan apreciar lo chévere que soy, lo prohombre que soy, lo ilustre
que soy. Tapa con la cobija de la mudez el resto de mí… es decir, lo que soy en
verdad. Zanja la opinión de mi audiencia hacia lo brillante, lo creativo, lo
colaborador que soy a veces. No dejes un resquicio de duda acerca de lo
agradable y conveniente que soy para esta comunidad de ciegos aletargados que
no ven más allá de mi acto de prestidigitación. Cierra para siempre la puerta
que lleva a mis basurales, a mis miserias indecibles. Veo que entendiste. Entonces,
chico, encárgate pues de los eventos que cayeron para hoy: el de la inauguración,
el otro del bautizo y el de la noche, la condecoración; pero eso sí: sonríe…
mira que te están tomando desde el árbol.
jueves, 29 de junio de 2017
Pero todavía no
Quemaré mis recuerdos
de ti. Bajaré por el acantilado y dejaré que la marea se lleve todo lo que
fuiste para mí. Abriré las ventanas y dejaré salir tus aromas de sonrisa, de
pelea, de pasión, de mirada perdida. La brisa de mis mañanas se tomará tus
piropos y la dispersará por ahí, por fuera. Tomaré conciencia para sobrevivir y
haré el esfuerzo correspondiente, responsable, de honrar tus días a mi lado. Finalmente,
abriré mis labios, y con palabras entrecortadas, pronunciaré la amarga y necesaria
despedida; pero ahora no será... Abrázame.
domingo, 18 de junio de 2017
Felicitaciones a los que no corrieron
Felicitaciones a los que no corrieron. Felicitaciones a
quienes se quedaron cerquita después de la noticia. Felicitaciones a los que
reconocieron su cuota de responsabilidad ante el asuntito. Felicitaciones a
quienes lo planificaron y a quienes nos sorprendió. Felicitaciones a quienes,
por encima de la distancia, las dificultades y hasta el plano en el que andan,
permanecen presentes. Felicitaciones a quienes lo hicieron como pudieron, como quisieron. Y si existiese una mención especial en el rubro,
felicitaciones a los que, en medio del amor que sentían, asumieron el rol de
padres y lo echaron palante.
Felicitaciones, a esos tipos.
martes, 13 de junio de 2017
El Cerro no está
Se tapó el cerro. No se
ve. Se cubrió con neblina y lluvia, pero ahí está. Cualquiera que venga y mire
dirá que no hay nada ahí, que es solo vacío; pero yo lo he visto, es más: lo he
subido, y desde arriba, mirado el sitio desde donde estoy hablando ahora de él.
Nadie que no conozca a esa maravilla daría una moneda en una apuesta “ganada” a
que no está allí, a que no existe. Es entonces, después de tanto estar
pensando tonterías mañaneras, cuando percibiendo mi camino diario, me pregunto:
¿cuál es mi cerro cotidiano, ese que no puedo ver aunque esté, aunque determine
mis pensamientos, mis acciones, mis creencias? ¿Cuál es mi neblina, esa que no
me deja ver lo que está, lo que llamaríamos “realidad”? ¿Dónde está mi lluvia, la
que es solo temporal y cómplice de otros factores al esconderme un
trozo del panorama? Mire usted, ahora no lo sé, pero tengo buena idea de ello…
lunes, 12 de junio de 2017
ALGO ESTÁ MAL
Algo malo debe estar pasando, cuando vemos que
preferimos lo que nos afecta negativamente, en lugar de lo que nos favorece. Algo
patológico debe estarse gestando en nosotros para preferir lo que nos va a
golpear en la cara en algún momento, y no lo que nos ayude a construir francamente
desde nuestro interior. Tal vez sean estos cristales de lentes que por sucios,
manchados o rotos no nos dejan ver bien lo que nos rodea, fabricándonos una
realidad retorcida a la que no podemos resistirnos sin gozar de buena visión de
lo que tenemos enfrente. Quizás no sean los lentes, sino nuestra interpretación
de LO QUE ES. Podría ser que percibimos la bondad, la solidaridad o la
compasión con suspicacia en lugar de con agradecimiento. Puede ser que no
logramos descifrar los mejores mensajes, los que nos llevan de la mano para crecer,
para obtener el equilibrio que trae paz, y los rechazamos a priori, corriendo
luego a los brazos del bullicio y el gozo afectado, superficial, como para
quedarnos a vivir para siempre en ese sitio que arde solo a ratos, a costa de nuestro
tiempo y oportunidades de vida… tan combustibles ellos. Algo debe estar mal si
nos sentimos solos, aún si provenimos de un entorno repleto de personas con el
derecho y hasta el deber de amarnos, de sembrar en nosotros la semilla
constructiva, reflexiva y crítica –cómo no–, pero al final amorosa. ¿De dónde
cipote salió este colador de agujeros tan grandes que deja entrar en nuestros
espacios sagrados lo más vulgar que desfila por una pantalla, lo más grueso de un
discurso burdo y ridículo que receta progreso a ultranza? ¿Cómo es que somos el
repetidor sin filtro de mapas ajenos, de intereses extraños que nos usan como
difusores así de efectivos? Arrancados de raíces, parece. Ya no somos más nosotros.
Somos algo más, una pésima copia incapaz de reproducir maneras propias, cultivadas
en el patio de la casa, que brillen con los colores particulares de estos lares.
Lo que más me arrecha de todo esto es que seguramente hay ojos que miran desde
la barrera, frotándose las manos con nuestros temas irresolutos, golpeándonos entre nosotros con pasión de adolescente, con nuestra ceguera casi selectiva para, al final, caer exhaustos y darnos cuenta de para quiénes
trabajamos.
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