Mirando alrededor, revisando historias, comparando resultados e identificando incoherencias, mi opinión hasta ese el momento se debilitó hasta desaparecer ante mis ojos y me vi de repente entre un grupo de gente que predica y no practica, de esos que dan con una muy honesta conclusión que nunca llega a hechos concretos que produzcan la felicidad. Descubrí que mi verdad era solo mi creencia. Sin embargo, y por sobre esa reflexión, no tengo nada mejor en qué creer y tal parece que así seguiré, escudriñando, tejiendo mi propio criterio, pero esta vez sabiendo que tengo una opción entre muchas, un instrumento conveniente para sentirme bien conmigo mismo, una puerta abierta al respeto a los demás. Tal vez sea un alivio saber que mi creencia no tiene el peso agotador de la verdad absoluta, pero que sí me produce un bienestar digno de mis necesidades particulares y que me traerá esa felicidad siempre tan escurridiza.
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