Se disolvió el tema. Ya no es un tema de conversación. Antes era una diatriba y hasta un escándalo, pero ya no: se esfumó en el aire. No fue que un argumento le ganó o cedió ante el otro; fue simplemente que dejó de ocupar un espacio en los asuntos por atender. Ya el poliéster con zapatos deportivos, por ejemplo, no tiene discusión. Como toda buena disolución, no se supo bien cuándo comenzó ni cuándo terminó. No se sabe si perdió la importancia después de una crisis existencial o mientras otros temas importantes se fueron colando. Lo cierto es que ya no despierta interés y hasta se siente extraño cuando todavía se escucha en la calle.
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