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miércoles, 3 de junio de 2020

Amanecí vivo


Hoy amanecí otra vez. Vivo, amanecí, por supuesto. Mi cuerpo caliente y su bostezo me lo volvieron a recordar. Con cobija pal frío y con agua pal calor. Con un poquito más comida de lo necesario en la nevera y la alacena. Recién despierto de un sueño con un amigo muy querido que no veía hace años, pero con quien conversé por un momentico. Mirando el techo, me hago preguntas y este me las responde contundentemente. Sigo con el corazón latiendo. Tengo gente a quien quiero y que me quiere. En una época difícil para la palabra amor, tengo amor. En este encierro, que parece una travesura, un examen de la vida, un test para saber en qué andaba en definitiva, me froto los ojos y haciendo el inventario afectivo correspondiente, resulto ganador por dos cuerpos. No digo sin duda porque la tozudez de la queja no me abandona, lo ingrato no se me quita. Sin embargo, sin duda, el mundo afuera es un circo barato, una mala novela que pareciéramos obligados a leer, a ser su audiencia hipnotizada; a pagar la entrada forzosa. Como resultado de ese descrédito casi repentino de lo que ocurre fuera de mi piel, el mundo interno se derrumba estrepitosamente y hay que recurrir, en la emergencia, a algunos hechos objetivos para caer parados, como el gato. Ante la ridiculez del paisaje, hay que cerrar los ojos un rato y mirar para adentro. Necesario es recurrir al agradecimiento profundo, a quien pueda interesar, por yacer ahora con vida, con la luz del sol invadiendo con su calorcito en medio del frío, con cosas por hacer, con ratos por sentir, con posibilidades claras de mejoría si atino al objetivo correcto y dejo de apuntar a la fantasía, si dejo caer la carcasa que se resquebrajó y que amenaza hoy con dejarme desnudo y por mi cuenta. Tomo el reto, pero callaíto. Acepto el desafío, pero sin drama, en serio. No me quiero poner fastidioso porque sé que la paciencia ajena tiene límite nuevo. Pero todo sea por seguir en esto que muchos llaman lucha. Todo sea por navegar sin forzar la barra, sin pretensiones, usando esta nueva inteligencia que apareció inadvertidamente desde la tranquilidad; porque es que la aritmética me dice que con todo lo que está pasando ahorita afuera y adentro, queda mucho por descubrir a favor, que estoy apenas a mitad del camino y no lo sabía. Porque, de verdad te digo, vivir cualquier infamia en la caminata es mejor que amanecer muerto.

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