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sábado, 20 de junio de 2020
No me mata el virus
No me
mata el virus: me mata la soledad. No me mata el virus, sino la estampida que
produce. No me mata el virus, sino el vacío que produce el encierro. El virus parece
ser solo el jinete que me arrea hacia una dinámica para la que no estaba
prepardo y ahí sucumbo. No estaba preparado para estar contigo tantas horas
seguidas. No estaba preparado para estar con ellos tantos días sin parar. No estaba
preparado para lidiar con mis ángeles, demonios y fantasmas, todos ellos
controlados hasta hace poco por el horario de trabajo, la TV, el cine, las
redes, la caña o la juma, pero que ahora se juntan con el resto de mis
decisiones del pasado y hacen una ronda en la que siento que se burlan, que me
reclaman, que establecen su punto para hacerme el único responsable. No me mata
el virus, porque incluso no conozco a nadie que conozca a alguien que lo porte
y se encamina la teoría de conspiración que gana terreno aquí y ahora, aunque el
noticiero informe de sus estragos en otras latitudes. No me mata el virus, sino
el miedo; no me mata el virus, no por la falta de vacuna, sino de herramientas
para enfrentar mis realidades ocultas, mismas que ahora salen a desfilar sin
piedad. No me mata el virus, pero siento que muero de tristeza, y que el mayor
regalo que pueda recibir, la vida, se me escurre entre las sombras.
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