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lunes, 20 de abril de 2020
La sucursal de la creación
El
cerebro, una sucursal de la creación puesta en el cráneo de cada uno. Una
maravilla de la vida. Un portento de máquina superior a cualquier otra
existente o por existir. Pero como todo aparato sofisticado, a falta de
mantenimiento incurre en comportamientos erráticos. Por excelencia, el cerebro
tiene el “cómo” para cada caso. Con algo de observación, este encontrará la
vuelta para salir de la circunstancia planteada. Es la herramienta para
solucionar problemas, para corregir entuertos, pero que hace tiempo se perdió
en sus “cómo” y se apartó del “qué”, del propósito fundamental, de eso que ya
no sabemos qué es y que pareciera hoy ser una inteligencia superior, casi
externa al mecanismo en cuestión. Los conocedores del cerebro dicen que hay un
compartimiento llamado “inconsciente”, en el cual se guarda lo que no procesamos
y que permanece escondido, pero molestando, durante el resto de nuestros días
si no se abordase. Al parecer, ese el compartimiento que nos convierte en
imbéciles y que contiene la razón de nuestros comportamientos enrevesados,
absurdos: el hogar del miedo, diría yo. Y me parece que el susodicho
compartimiento ha ido creciendo y apoderándose del resto de los ámbitos de la
conciencia hasta hacer de este mundo, en el que hay más de siete mil millones
de cerebros, un lugar repleto de hambre, guerra, asesinatos e indiferencia.
Para aquellos que temieron que las máquinas tomaran el control y destruyeran la
raza humana, les tengo malas noticias: su máquina perfecta, a la medida de cada
uno y fuera de control, ya lo está logrando.
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