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viernes, 10 de abril de 2020

Estos viejos locos

Qué viejos tan locos. Al primero lo escuché dándole las gracias “muy amablemente” a la contestadora que da la hora por teléfono. Me le quedé mirando para ver si me estaba echando vaina, pero no: le dio las gracias a una máquina. Creo que no tiene salvación ya. A la segunda, la vi aplaudiendo al final de un concierto de la filarmónica. Me asomé cuando escuché el ruido y de verdad se veía emocionada, sonreía y estuvo ovacionando por poco menos de un minuto. La verdad es que se le cayó un tornillo y se le perdió bien lejos. El otro tiene una maña rara, pero en este caso es social: cuando lo llaman por teléfono y es una llamada equivocada, busca conversa sin importar quién sea. He visto que la entabla efectivamente, afablemente, y profundiza en el tema de las llamadas equivocadas, sobre sus causas y saca sus anécdotas a pasear. Cuando tranca y le pregunto quién era, me dice que no sabe. Este sí que perdió la material gris para siempre. La verdad es que me choca ver este tipo de comportamientos raros, fuera de lugar, muy locos y me pregunto por qué lo siguen haciendo, así de emocionados, sonriendo, amables con los desconocidos… como si fuera algo bueno. En cambio yo, tan serio por sobre todas las cosas, inteligente, analítico, intelectual, prudente, ya no aguanto esta pose rígida, esta amargura pegajosa, esta pertinencia inútil: esta soledad que me mata.

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