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viernes, 17 de abril de 2020

Acuerdos implícitos

No se firmó nada. No se conversó formalmente de ello. Nadie nunca dijo una palabra y sin embargo las cosas siempre se hacen del mismo modo, se sufren del mismo modo, quedan siempre así. Es un acuerdo con la fuerza de un documento notariado, de un compromiso millonario. A veces, es un boleto al sufrimiento y a veces, milagrosamente, no lo es. Nos hacemos los locos, escurrimos el bulto, corremos la arruga. Flotando entre lo mecánico, lo caprichoso y el disimulo, nos colocamos a veces del lado que se aprovecha y otras veces nos quedamos en el flanco abusado. No se conversa. Por un miedo a que me maltrates o te alejes, lo dejamos así una y otra vez. “Es que él es así”, “es que ella es así”, “es que todos son así”. Entonces no se negocia, no se concede, no se acuerda nada: no se retoma el rumbo saludable. Mientras, el peñonazo sigue rodando como siempre, y en algún momento nos pegará en la frente y nos sacará un chichón a alguna de las partes integrantes de este tan riesgoso, pero tan real contrato con tantos visos de ilegalidad, de morbosidad, de sadismo.

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