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martes, 29 de enero de 2019
Ya tengo la verdad
Listo. Ya sé cuanto necesitaba saber para estar
cómodo. A estas alturas, con todas las pruebas que la vida me deparó, y a las
que salí al paso gallardamente, ningún pendejo me podrá porfiar en tema alguno.
Ya llegué a una especie de modelo matemático que contiene las respuestas
posibles a todas y cada una de las preguntas y situaciones que me salgan al
paso. Se puede decir que sé la verdad y eso no es poca cosa, mi amigo. No se
trata de mi interpretación de la vida ni de sus mensajes: claro que es la mera
verdad. Mi etapa de aprendizaje ya finalizó con éxito y ahora solo me dedicaré
a pregonar mis logros y mis sólidos puntos de vista como la maravilla que son,
y chico, mala suerte a quien no me quiera entender o prestar atención. De más
está decirte que no perderé tiempo en eso de escuchar a los demás… ¿Para qué? ¿Para
que me vengan con sus “pareceres” o llantenes fastidiosos, con eso de que la
verdad es relativa y la paja subsiguiente? Qué va. Ya yo no me equivoco y esa es
una de las equivocaciones que no volveré a cometer en la vida.
viernes, 25 de enero de 2019
Me estoy ahogando...
Me estoy
ahogando. Hace rato que me estoy ahogando, pero no termina este infierno. Tengo
un lastre en mis piernas que me hunde, que no me permite flotar. Me sumerjo
desesperado y como puedo salgo a manotazos a agarrar algo de aire para seguir
en este juego peligroso, en el que ni muero ni me salvo. En medio de la
turbulencia miro hacia arriba y logro distinguir apenas el cielo: solo sé que es
de día y que puedo morir. En esta situación no puedo pensar, analizar mi
entorno ni mucho menos decidir el camino a la salvación, mi futuro, sobre todo
porque no alcanzo a ver nada; solo me mueve el instinto ciego de supervivencia.
Lo que necesito ahora es respirar, y respirar con calma. Por ahora lo que
necesito es quitarme este peso para poder flotar. Por ahora mi objetivo urgente
es quitarme el lastre para poder flotar y respirar al fin. Una vez estable en la
superficie y con los brazos y el corazón más calmados, podré mirar a los lados
y situar la playa para enfilar mis esfuerzos hacia ese nuevo objetivo. Lo que
temo, quizás prematuramente, es que el que me quite el peso sea el mismo que me
lanzó en esta calamidad… ese es otro tema; será el tema a tratar cuando ya haya
flotado, haya comido y tomado mis medicinas. Entonces podré dilucidar, el nuevo
rumbo, el permanente, algo que solo se puede lograr sin el desespero y ceguera
actuales, lejos de la amenaza permanente de la muerte inmediata.
jueves, 24 de enero de 2019
Llegué tarde a la fiesta
Tardé tanto
en darme cuenta y ahora no sé cómo hacer. Pasé un tajo inmenso de mi vida
buscando las respuestas sin saber las preguntas, y al fin cuando aparecen y se
van resolviendo, mi ingenua bondad y mi intelecto se quedan inmóviles frente a este
muro tan formidable. Ahora que tenía el mapa casi listo, se abre la realidad enfrente
de mí y deja pasar todo lo que no quería ver, de lo que no quería enterarme. Resulta
que nada de lo que anhelaba es posible hoy. Según las evidencias y las estadísticas,
todo era un cuento romántico sin asidero real, una quimera que no tiene ni patas
ni cabeza cuando se sitúa en cualquiera de nuestras circunstancias actuales. Ya
estamos muy enredados como para tratar de instrumentar cualquiera de mis
flamantes soluciones, de mis bien acabadas salidas al problema general. Según me
entero, me tardé varios siglos de más en venir con mi recetica mágica. Ahora,
parado aquí, con los puños en la cintura, mirando a los lados como buscando un
emisario válido; rascándome la cabeza mientras arrugo el ceño, quisiera que alguien
me explicara qué carajo pasó aquí. Pero nadie me escucha, nadie contesta: están
todos entretenidos con la modernidad.
lunes, 14 de enero de 2019
Siempre los buenos
Los buenos
siguen sosteniendo esta vaina. Si no fuera por los buenos, ya hubiésemos
desaparecido de la faz. Los buenos no dominan el mundo, no dictan las leyes, no
determinan el rumbo del resto. Los buenos no saben mucho de éxito personal porque
se han dedicado a lo suyo. Sin embargo, y a pesar de todo el poder mezquino en el
planeta, la resistencia de los buenos a los devoradores de planetas y almas
sigue en pie, tal vez con una rodilla en el suelo de vez en cuando, pero aquí seguimos
gracias a ellos. El amor, la bondad callejera y los sueños que hasta ahora han
mantenido esta vaina funcionando, manquesea precariamente, son los responsables
de los latidos sobrevivientes del corazón de la humanidad. Los otros, los que
no son buenos, que sigan disfrutando de ese dispendio robado que, a falta de
profundidad y afecto, siempre ha de perdérseles una y otra vez entre sus manos duras,
torpes, maltratadoras. Solo los buenos
tienen el mapa hacia la felicidad y, muy desafortunadamente, no se puede copiar
fácilmente.
jueves, 10 de enero de 2019
Imbécil sabelotodo
Estudiaba
las filosofías universales y sus aportes a la humanidad, mientras ignoraba al
vecino. Trataba de averiguar la relación entre el big bang y el estado actual
del universo, mientras mi hijo intentaba infructuosamente jugar al caballito
conmigo. Escudriñaba en los vericuetos interesantísimos de la globalización y
sus implicaciones, mientras mi mujer me reclamaba una caricia. Seguía yo absorto
entre mis libros e internet, interesadísimo en la composición del suelo y los
hallazgos de los geólogos, mientras mi madre intentaba comunicarse conmigo por
teléfono de nuevo… hoy también. Y así seguí, con mi vida escindida de la
realidad real, de lo que huele, de lo que toca, de lo que mira, de lo que ama,
sobrealimentando mi tan cacareado intelecto, esa magnífica herramienta que mi
ego se dispuso a convertir en infalible. Así fue que me fui apartando del olor
de la piel, del calor de la cercanía, del intercambio afectivo negado a mis
seres más queridos, buscando vida en Marte mientras perdía mi vida en el
escritorio; buscando el origen de las estrellas, mientras me quedaba solo y
viejo para admirar su belleza. La versión pulida de un tonto. Un idiota de
mente dilatada y espíritu ausente. Un imbécil que se dio cuenta de la oscuridad
solo cuando fue tarde.
miércoles, 9 de enero de 2019
Ruido desde adentro
Hay ruido,
mucho ruido. No puedo escuchar lo que me debo escuchar. Muy seguramente, justo
ahora, ni siquiera sé lo que quiero escuchar. El ruido agudo persiste aun
estando solo en mi habitación. Es algo fastidioso, repetitivo, que no deja
pasar lo que el silencio quiere decir. Son imágenes, palabras, ideas –incluso geniales–
que juegan con éxito a distraerme de aquello que ya siento inexorable,
inminente, incontenible y que va derrumbando puertas de adentro para afuera;
que se va formando en filas para enumerarme, uno a uno, los verdaderos rasgos
que me componen y que están a punto de estallar en huelga hasta que los
enfrente y los comprenda. Me han dicho por ahí que hasta que no entienda sus
necesidades y busque satisfacerlas, no dejarán de joder, de limitar mis
potencialidades. Pero chico, creo que no estoy preparado todavía para abrir
puerta alguna por el miedo al dolor de saber lo que podría encontrar. Así que
déjame prender la rumba de nuevo para no seguir atrapado en estos procesos que
algún genio por ahí catalogó como “vitales y necesarios”.
viernes, 4 de enero de 2019
Una vida de oportunidades... ¿en serio?
Casi
al final, se podría percibir que todos tuvimos nuestra oportunidad, que en
medio de algunas condiciones del entorno, escogimos las decisiones que debimos
tomar o, en el peor de los casos, las que preferimos tomar. Se podría decir que
cada uno pudo hacer de su vida lo que mejor pudo, sin achacarle a otros o a las
circunstancias la responsabilidad de cómo salió todo. Pero se podrían decir
muchas otras cosas. Se podría decir también que todas esas oportunidades otorgadas
y decisiones tomadas tuvieron lugar muy temprano, al inicio de nuestras vidas,
cuando la pasión y la inconciencia gobernaban nuestros días, cuando la falta de
profundidad, de visión, de perspectiva, hacían de las suyas como ratones sin
gatos. No tardan mucho en llegar, sin embargo, las señales de si toda la
aventura juvenil fue acertada o no, gratificando o castigando al participante. Al
pasar de los años, muy lenta y dolorosamente, por lo general, nos vamos
enterando de que la tierra no era plana y que cada acción tiene una dimensión y
un peso específico dentro de la trama de nuestra existencia. Nos fuimos dando
cuenta, cada vez con dolor, de que sobrevaluamos las superficialidades a las
que nos sometimos, mientras ninguneábamos lo que ahora emerge como cierta
verdad importante para nosotros. Se podría decir que, llegados a cierto punto,
en este eterno darnos cuenta y al fin con las herramientas adecuadas en la mano,
tratamos de sacarle el jugo a la vida, ahora sí, con la dirección y el sentido
que nos hará sentir en paz, conformes con nosotros mismos y lo que nos rodea. Quién
sabe si hasta nos volvemos útiles. Quién sabe si hasta nos convertimos,
finalmente, en parte de un tejido superior que nos otorgue un verdadero
significado.
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