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jueves, 24 de enero de 2019
Llegué tarde a la fiesta
Tardé tanto
en darme cuenta y ahora no sé cómo hacer. Pasé un tajo inmenso de mi vida
buscando las respuestas sin saber las preguntas, y al fin cuando aparecen y se
van resolviendo, mi ingenua bondad y mi intelecto se quedan inmóviles frente a este
muro tan formidable. Ahora que tenía el mapa casi listo, se abre la realidad enfrente
de mí y deja pasar todo lo que no quería ver, de lo que no quería enterarme. Resulta
que nada de lo que anhelaba es posible hoy. Según las evidencias y las estadísticas,
todo era un cuento romántico sin asidero real, una quimera que no tiene ni patas
ni cabeza cuando se sitúa en cualquiera de nuestras circunstancias actuales. Ya
estamos muy enredados como para tratar de instrumentar cualquiera de mis
flamantes soluciones, de mis bien acabadas salidas al problema general. Según me
entero, me tardé varios siglos de más en venir con mi recetica mágica. Ahora,
parado aquí, con los puños en la cintura, mirando a los lados como buscando un
emisario válido; rascándome la cabeza mientras arrugo el ceño, quisiera que alguien
me explicara qué carajo pasó aquí. Pero nadie me escucha, nadie contesta: están
todos entretenidos con la modernidad.
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