Entérate de todo. Entérate
de todo lo que aquel serio accidente del 2 por la tarde te dejó ver. Entérate de
los días que estuviste sin estar, en que los aparatos te sustituyeron en gran
parte de manera temporal. Entérate de las mentiras que poco a poco te fuiste
metiendo en la cabeza para protegerte, y que fueron desmontadas definitivamente.
Entérate de las verdades que creías mentira o que solo parecías saber. Entérate
de lo real que resultó tu familia, juzgada y desacreditada tan ligeramente por
ti. Entérate de los abandonos posibles por quienes suponías que estarían a tu
lado, no importaba lo grave de la situación. Entérate de quiénes no pudieron
manejar la situación por miedo o inconciencia y se alejaron inexplicablemente
para ti. Entérate quiénes durmieron a tu lado con tu mano en las suyas para
sentir cuándo te despertarías, para sencillamente desaparecer cuando comenzaste
a balbucear. Recuerda el replanteamiento sobre la vida y la muerte que este
proceso te causó. Ya nada fue lo mismo. Ya nada fue igual que antes. Dejaste lo
superficial guardado en el baúl y sacaste a ventilar las paces que no sabías
que tenías. Te dejaste llevar entonces por la sencillez de quien tuvo suficiente
turbulencia como para desperdiciar sus minutos, sus afectos, sus paisajes, sus
silencios. De vez en cuando opinas, sin querer, que hubo pérdidas, pero
inevitablemente recaes en la conciencia de que todo fue —y es— ganancia.
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