Se reduce el círculo y cada vez son menos alrededor de la fogata. La atomización es un hecho: cada quien por su lado, lidiando con sus prioridades, resolviendo su diario y sus facturas, cayendo rendidos al final del día en los brazos de un Morfeo cada vez más calenturiento. Las coincidencias de intereses se reducen tanto que desaparecen sin darnos cuenta, entre el silencio, las sirenas, las noticias y las redes sociales. Los afectos se van sometiendo a los horarios y a los agotamientos mientras se congelan las cervezas y se enfría el café a falta de juntura. “No es que no quiera, pero la cosa está peluda”, reza el mensaje de texto… y eso cuando hay alguno.
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