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lunes, 24 de noviembre de 2014

Aquí te espero, muerte

Aquí te espero, muerte. No correré más. Total, ya sé cómo es que te mueves. Llegas de repente o avisas con tiempo para aumentar el temor que te tenemos todos… que ya no te tengo. Cuando quieras, asoma sus cacareadas huesudas fauces y tengamos la conversa pendiente. Ya no temo. Ya no temo y te diré el porqué. Porque siempre has estado presente en mi vida, tomando de la mano a los míos y ajenos. He presenciado los episodios más variados de tus apariciones. Ya me aburriste. Ya estás retratadita. Ya no eres el misterio que todos creíamos cuando pequeños. Eres sólo la parte final de la vida, y la gente te teme sólo por las cuentas fallidas que hay que darte, por esos descuadres, por la malversación de tiempo y esfuerzo en empresas equivocadas. Ya me puse mi bata de baño, muerte, que es como me quiero ir. Ya escribí la nota de despedida  -muy tierna y alegre, te participo-, en la que te desenmascaro ante los míos. Ya me tomé el trago de inspiración. Comprendo que te has ido arrechando a medida que me lees, muerte, pero es que no tengo la culpa de la comprensión que al fin me arropa. Ahora te demoras, parca. Ahora quieres ensayar de nuevo el truco fallido del “todavía no”. Ahora soy yo quien te espera sobrado. Por más malabares que hagas ahora, por más trucos sucios que gestes en estos instantes, mira:  Nadie me quita lo bailao ni la sonrisa que deja.

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