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sábado, 8 de febrero de 2014

Ah vaina seria (o Sí, Luís)

Y fue así como las corporaciones farmacéuticas y las cadenas de comida rápida a nivel mundial se pusieron de acuerdo e hicieron el esfuerzo que estábamos esperando. Ellos se avocaron a la salud colectiva. Las comidas rápidas invertirían una millonada para reformular sus platos y bebidas con el fin de lograr comidas saludables que contribuyeran positivamente al desarrollo físico de sus clientes. Las farmacéuticas, por su parte, orientarían sus fórmulas para curar lo más rápidamente posible a los pacientes y coordinar luego con las comidas rápidas la estabilización de la salud pública, tradicionalmente afectada por sus productos. Ambas iniciativas validarían la antigua conseja de que la mejor medicina es la comida. Debido a la nueva empresa de esas organizaciones, volcadas al bien común por decisión propia, y aún a costa de sus ganancias tradicionales, hubo una revolución en el bienestar de todos los ciudadanos afectados hasta ahora, con la consecuente mejora en la percepción de la colectividad de la imagen de estas grandes corporaciones. Es decir, estos grupos económicos dejaron de preocuparse por sus propias y exorbitantes ganancias, para aportar bienestar al ser humano al que le debían sus altos puestos en la sociedad.

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