Te compro un beso. Aquí tengo unas
monedas que te resultarán irresistibles. Te compro algo de tu
tiempo, de tu interés fingido. Unos billetes serán suficientes para
obtener de ti lo que por vía de la espontaneidad no pude lograr.
Aunque necesito que me hagas una descuento por volumen, te aseguro la
demanda de tus productos con la frecuencia que nos conviene a ambos.
Mañana traeré efectivo para unos abrazos y unas caricias, mientras
aceptas tarjetas de crédito -que de paso, no sé por qué te
resistes a ese método de pago-. Pero tranquila, entre los cheques y
mis ahorritos en el cochinito, creo que tendré tanto de ti como
estimo necesario, mientras aparece alguien que sea capaz de ofrecer
lo mismo con carácter de gratuidad sonriente, sólo a cambio de mis
tan vituperadas atenciones.
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