El burro ya no camina. A pesar de su costumbre y por una jugada genial del destino, el simpático animalito engarzó al fin la zanahoria. Como consecuencia, en esta época, el burro tiene zanahorias cuando quiere y hasta se le acumulan, por lo que no tiene que caminar más. El estímulo se perdió al lograr su sueño de años, el cual, por cierto, nunca se supo si era válido, necesario o el único: ya ni importa. Ahora, un tiempo después, el burro, algo gordo y desentonado, ni siquiera puede recordar quién era antes de meterse en este enredo que fue su única empresa de vida.
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