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lunes, 18 de septiembre de 2023

El eterno desequilibrio en el bienestar

El pobre no vive la vida que quiere porque no puede dejar  de trabajar. El millonario no vive la vida que quiere porque ya todo lo material está satisfecho, así que se muere —a veces literalmente— de aburrimiento. No es casual ni raro que ambos extremos de lo socioeconómico lleguen a consumir evasores de la realidad, el uno porque no alcanza su fantasía y el otro porque, después de quemarla una y otra vez, permanece aburrido. Son extremos de una misma calamidad. Podría ser que llegue a haber un punto medio en el que el humano medio-supere la necesidad y medio-logre cierto entretenimiento que lo mantenga caminando hacia adelante, como la zanahoria al burro, quién sabe. Lo cierto es que parece que este cuento solo suele representarse con una simple rayita con números que suben en los que la diferencia es solo el dinero o el poder, así, sin más dirección ni profundidad que un bolsillo abultado. Mirando por encimita a lo largo de los siglos cabe preguntarse: ¿será que de verdad somos tan estúpidos? …ya creo que sí.

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