Estamos perdidos. El ser humano está perdido. Se puede apreciar esta perdición metiéndole el ojo a la destrucción de las relaciones humanas, a cómo está el mundo, el sitio donde vive que, por mucho adornito perolito que haya, se está cayendo a pedazos fuera de la vista o el interés de muchos. Saberlo es como entrar a una casa, ver al frente los artículos y aparatos más avanzados del mercado, pero mientras avanzamos por los pasillos y detallamos su interior, se notan las goteras, filtraciones, grietas y desniveles, daños que a mediano plazo echará abajo la estructura completa con todos los maquillajes e ilusiones que albergaba. Somos como los inquilinos locos que no se preocupan por los daños solo porque nos vamos antes del fin. Como consecuencia lógica, nos vamos a extinguir muchos antes de lo previsto y no debería haber mayor objeción a eso, sino por un empeño iluso de no ser aguafiestas, de que aquí no pasa nada.
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