Me gusta creer que somos parte de un tejido mucho mayor. Me gusta pensar que no somos piezas sueltas lanzadas a un mero azar. Me gusta sentir que somos todos parte de lo mismo y no un juego cruel de sálvese quien pueda. Lo difícil de este esquema gigante, coherente, invisible, es que hay que acostumbrarse a saber que tiene lógicas y dinámicas mucho más amplias que nuestro pensamiento pequeño, que nuestro amor pequeño, que nuestros planes pequeños. Pareciera que no entender este movimiento de caudal indescifrable nos deja desencantados acerca de lo que debe ser la vida y la justicia... nuestra justicia pequeña.
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