La rentabilidad de mi decisión me está
matando. Siento demonios sobrevolando por encima de mi cabeza,
burlándose de las condiciones en las que me encuentro. Tomé la
decisión y ahora me hinca en las costillas, en los pies, en el
corazón. Debí decidir. La circunstancia y mi percepción de la
fatalidad no me dejaba respirar y creí que saltando de la
embarcación caería en otra mejor, pero caí directo en el agua y
ahora siento que me estoy ahogando. Miro a los lados y nada; no hay
tabla de salvación a la vista. Pero nada, aquí sigo, así sigo.
Trataré, hasta el último momento, de que nadie note que quiero
desistir del esfuerzo al que me comprometí. Siento que compré un
refresco de varios litros y debo beberlo todo sólo porque pagué por
él. Pero aquí voy, carajo, reventándome, firme o casi, rumbo al
triunfo previsto, sin la “rectificación” de los que se
equivocan... ¡porque primero muerto que echarme pa'trás!
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
lunes, 30 de septiembre de 2013
viernes, 27 de septiembre de 2013
Después de tanta chatarra
Si supiera el esfuerzo exacto para
descubrir lo que necesito, para saber lo que quiero, no daría tanta
vuelta. No aprendería tanta chatarra, no cargaría con tanto peso
muerto que me quita impulso y que me estorba. Si la brújula
estuviese más afilada, no aprendiera tanta cosa inútil, tanto
artificio extenuante, tanto truco barato. Después de aprender las
artes, las ciencias, las tecnologías que recita el credo social, me
veo perdido entre toda esta maleza que amenaza con extraviarme para
siempre de lo que sería, hipotéticamente, mi razón en esta vida.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Me devolví al espejo
Me devolví a verme en el espejo y ya
no era yo. No era el rostro esperado. Era, más bien, una vieja
caricatura del que fue y ya no era. No había brillo en los ojos, que
trataban de no ser cubierto por aquellos párpados cansados de no sé
qué cosa recurrente, ya inevitable. No sabía si eran arrugas o
laceraciones. No sabía si ese rictus de hastío era de ahora o de
siempre, si gratis o merecido. Total que me encontré con ese carajo
en el cristal, ese lamento silente, ese esperpento que ahora se
dejaba ver. No sé si esa mañana amanecí con la honestidad
revuelta, inevitable, pero sí sé que pude ver cosas en mí que
normalmente oculto a todos y a mí mismo. No lo hubiese hecho... me
hubiese hecho el loco, como suelo hacer, y así seguir sobreviviendo
con la falsedad como mi primera postura.
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