Oh dulce y desesperanzada viuda que
mira por última vez el envoltorio sin vida de su compañero de
siempre. No dejan de desfilar por tu mente, casi enfrente de tus ojos
los pasajes de ternura compartidos cuando todavía el miedo no los
embargaba. El velo pretencioso no logra ocultar las lágrimas que no
cesan, y ondeando en la brisa que trata de desvestirte el rostro, tu
mirada triste recorre los rincones en vano como buscando lo que se
perdió. Estás sola, te sientes sola. Nadie en el futuro será como
él. No es negar la felicidad más adelante, pero nadie lo
reemplazará. El desconsuelo llegó para quedarse. El desconsuelo es
tu nueva compañía mientras el tiempo pasa. No queda más sino
desahogar la pena, de aceptar hombros ajenos que se acercan con buena
fe. Ni siquiera ha llegado el lamento por el tiempo perdido, el que
no fue. No queda mucho más sino recordar, con morbosa repetición,
con tenaz claridad, los brazos que te contenían, sus reconfortantes
declaraciones de amor. Todo pasa, dulce señora, pero él no pasará.
Muy bueno...
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