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jueves, 20 de diciembre de 2012
¡Qué falta de delicadeza, pana!
Qué fallo, qué falta de delicadeza es hablarte de mí. Qué falta de todo
es decirte que ni tú ni el resto de mis seres amados son todo en mi vida. Qué vaina
tan aguafiestas es decirte que tengo guardada una parte de mí que necesita
recrearse lejos, renovarse en medio de la soledad. Qué desfachatez resulta
venirte a contar cosas que son nuevas y desconcertantes para ti, pero que
guardo desde siempre, tapadas con mi cobardía de perder lo que justo ahora
parece perderse de todas maneras. Por no practicar la soledad voluntaria,
necesaria, ahora la voy a practicar a los carajazos, de repente, con vulnerable
virginidad. Veo arrastrarse, pues, hacia mí, cierta amputación inexorable,
dolorosa, desesperante; pero también puedo ver que en la cola de mi víbora de manufactura
casera hay una nota en la que alcanzo a leer: “Todo estará bien… después de todo esto
tendrás tu nueva oportunidad”.
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