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lunes, 31 de julio de 2023

El otro

El otro. No como una entidad ajena, separada, sino como otra parte de algo mayor. Creo que por ahí va la cosa. Atención, consideración, cabida. Cuando está el otro, se debe abrir un compás más amplio de consideraciones no muy distintas a las que tenemos para con nosotros mismos. ¿Que cómo se hace eso? Pues, hay que practicar la empatía, que es eso que hace que el otro sea parte de nosotros mismos y que en muchos contextos se llama compasión; es decir, una expresión del amor. “No hacer al otro lo que no nos gustaría que nos hicieran” o “siéntete como en tu casa” podrían ser algunas aproximaciones populares en este sentido, pero se pueden quedar cortas cuando se habla de la conducta amorosa. La conducta amorosa es lo que brinda las respuestas a cualquier situación que se presente, incluso si hemos de equivocarnos. ¿Y cómo se practica la conducta amorosa? Tal vez siendo conscientes, “dándose cuenta”. ¿Dándose cuenta de qué? Dándose cuenta de lo que ocurre alrededor. Normalmente mantenemos la vista recortada, pendiente solo de lo que nos ocurre a nosotros, a nuestros problemas, a nuestras incomodidades y podría ser que estemos ciegos a las calamidades del otro. Esa parcialidad nos mantiene ajenos, separados, aislados a “lo que ocurre” y, en medio del miedo o la indiferencia que éste causa, la inconsciencia hace su nido invisible y nos atrapa. Darse cuenta es el primer paso. Si no nos damos cuenta, si no nos enteramos de lo que ocurre en nuestro entorno, no podremos avanzar y quedaremos para siempre, bueno, justamente donde estamos.

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